miércoles, 27 de junio de 2007

Jeremías 31 . 31-34

Jeremías 31, 31.34 por Carlos Caamaño

31 He aquí que días vienen –oráculo de yahvé- en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; 32 no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice escarmiento en ellos –oráculo de Yahvé- 33 Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días –oráculo de Yahvé-: pondré mi Ley en su interior y sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 34 Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: “Conoced a Yahvé”, pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande –oráculo de Yahvé- cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.

Introducción: El profeta Jeremías es una persona que vivió en su propia carne los sufrimientos de su pueblo. Él tuvo que experimentar el ser rechazado y no considerado por los reyes de turno de Judá. Durante su vida tuvo que ver cómo muchos de sus conciudadanos fueron deportados a Babilonia. Es en medio de esta situación en la que el profeta Jeremías entrega una promesa que trae en su seno el germen de una nueva vida, una nueva manera de relacionarnos con Dios y con nuestro prójimo.

Jeremías tuvo bastante claridad como para darse cuenta que su pueblo había errado el camino, que había fracasado en su proyecto de ser una nación que diera a conocer a su Dios entre las otras naciones; había fracasado en llevar a cabo todas las implicancias de las leyes que Dios les había dado en el monte Sinaí. Ahora, el pueblo de Judá es un pueblo que se siente apartado de Dios e incapaz de recomenzar su historia. Esto también suele suceder muchas veces en la experiencia de las personas. Frente a una situación de fracaso muchas personas sienten que ya no tienen las fuerzas como para levantarse y emprender nuevas situaciones de vida, y esto se acrecienta aún más cuando se tiene la sensación de una pérdida de sentido por lo que se hace, pérdida que va acompañada de culpa y de un sentimiento de encontrase lejos del favor divino.

Frente a la condición de abandono que sufre el pueblo de Israel, el profeta Jeremías nos ilumina con una palabra que es una verdadera luz de esperanza frente a los fracasos y desaciertos de la vida, una palabra que viene a suscitar la liberación de toda atadura, de todo aquello que nos sume en la angustia, la culpabilidad; de todo aquello que nos esclaviza y que coarta las posibilidades de reiniciar caminos de confianza y esperanza en Dios.

A partir de las palabras del profeta Jeremías encontramos una orientación para nuestras vidas, sobre todo cuando sentimos en lo más íntimo que algo nos falta para alcanzar plenitud de vida.

Primeramente es necesario asumir tanto las victorias como las derrotas de la vida. El texto bíblico dice: “He aquí que días vienen –oráculo de yahvé- en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice escarmiento en ellos –oráculo de Yahvé”. En este prólogo histórico, Jeremías constata la fidelidad e iniciativa amorosa de parte de Dios de conceder liberación a su pueblo. Pero también muestra la otra cara de la moneda: pese a la fidelidad de Dios, el pueblo no respondió con gratitud, sino que fracasó de plano en su servicio a Dios. Si queremos tener tiempos más plenos, es menester aceptar que nuestras vidas están marcadas tanto por cosas agradables, que traen satisfacción a nuestras vidas, como por cosas que de alguna manera quisiéramos olvidar. Nosotros somos una combinación de luces y de sombras. No se puede pasar por alto el hecho que muchas veces no actuamos en consecuencia a nuestros ideales más íntimos. Desde el punto de vista de la ética cristiana, no llegamos a ser consecuentes con lo que predicamos. Esto es lo que dice el profeta Jeremías a sus conciudadanos. Una relación con Dios marcada por la fraternidad debe llevar el sello de sinceridad para con Dios y para con nosotros mismos. Darnos cuenta de los errores cometidos nos permite avanzar en el camino de una realización personal que nos hará más cercanos a Dios y al prójimo, trayendo de paso confianza para la vida.

En Segundo lugar notamos que el amor de Dios es algo incondicional, es un don de su gracia. El texto bíblico dice: “Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días –oráculo de Yahvé-: pondré mi Ley en su interior y sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.” ¿Qué difícil se hace confiar en las personas cuando éstas nos han fallado o defraudado? ¿Es complicado pedirle a alguien que confíe en nosotros cuando se ha sentido desilusionada por algo que hicimos o dejamos de hacer? Jeremías levanta el ánimo de su pueblo diciéndoles que el amor de Dios sobrepasa todo pronóstico inimaginable: Dios sigue mirándolos con especial atención. Esta es la gran novedad de la gracia divina: El amor de Dios no está condicionada a nuestras obras, ni al cumplimiento de leyes o mandamientos. El amor de Dios, su cuidado hacia nosotros es pura gratuidad, él nos ama más allá de la lógica de recompensa. Dios es amor. Y en su amor el nos acepta tal y como somos, nos salva de la desesperación de sentirnos sin salida, nos libera de nuestros dramas de fracaso y de errores constantes. Dios nos asegura que su voluntad de amor está enraizada en lo más profundo de nuestro ser. Martín Lutero bien pudo haber considerado un texto bíblico como éste para dar a conocer la justificación por la fe. ¡Qué bueno es sentir que la gente nos aprecia, nos estima, a pesar de nuestras imperfecciones! Faltan corazones como los de Dios, capaces de brindar amor incondicional. Sólo un amor de este tipo puede comenzar a escribir en lo más profundo del ser humano una nueva ley, una nueva forma de vida que pueda responder a la gratuidad del favor divino, a su atención amorosa incondicional. Toda acción condicionada de nuestra parte sólo hace de las personas unos clientes que nos deben algo. ¿Qué le debo a Dios? ¿Qué le debemos a Dios? Sentir que él nos ama por sobre todo es un aliciente para ofrecer nuestros dones y talentos en la configuración de obras concretas. Las buenas obras nacerán de la comprensión de un amor gratuito. Pero cuando se piensa siempre en condicionar nuestras acciones, nos volvemos mezquinos y egoístas, nos encerramos en un círculo vicioso al cual invitamos a otros y a otras a entrar. Las acciones condicionadas crean clientelismo, crean personas deudoras, personas culpables. Dios no nos hace sus clientes, sino sus hijos, sus amigos fraternarles. De ahí nuestro último punto.

Dios nos invita a una relación de fraternidad íntima. Se dice que la mala hierba se propaga rápidamente, o que un poco levadura leuda toda la masa, o en términos del feriante, una manzana podrida puede pudrir a las demás. Es verdad, las acciones motivadas por el provecho personal no sólo tienden a perpetuarse en nosotros, sino que también se vuelven en patrones de conductas reproducibles. Una iglesia en la que se de da toda suerte de mecanismo de provecho personal, tiende a crear este mismo sistema de vida entre sus miembros, todo se hará por algún provecho personal, esta será la fuente que motive toda praxis eclesiológica. Pero el otro lado de la cara es esperanza: también la obras no condicionadas pueden reproducirse. Así entiendo las palabras del profeta Jeremías cuando dice: “Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: “Conoced a Yahvé”, pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande –oráculo de Yahvé- cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.” Donde cada uno se convierte para su prójimo en gratuidad, se convierte en don no condicionado, ahí empieza a surgir una manera distinta de percibir a Dios. Una cercanía íntima de Dios se hace patente cuando las personas se manifiestan afecto más allá de las consecuencias o provecho personal que dicho afecto puede traer. Cuando se ha entendido la gratuidad del amor incondicionado de Dios ya no se necesitan tantas reglas y leyes que nos llamen y exhorten a un comportamiento cristiano; de alguna manera mi actitud desinteresada, la actitud desinteresada del otro y la otra hacía mí, se vuelve en un conocimiento de Dios que nos ayuda a descubrir una vida en donde uno tiene valor como persona, más allá de lo que podemos dar. En medio de ambientes semejantes es posible sentir esa libertad que yo llamó el perdón de Dios.

Conclusión:
¿Por qué muchas veces nos vemos enfrascados en situaciones en las que existen tanta mezquindad y búsqueda de provecho personal? ¿Qué nos lleva a condicionar nuestras acciones a las acciones de otros? La propuesta de Jeremías es invertir el orden de las cosas. Dios es gratuidad, es amor incondicionado, y por ese mismo amor nos asegura la realización de un nuevo estilo de vida, marcado por las relaciones fraternas, no condicionadas, y dentro de un marco de libertad, en el que las culpabilidades y las contradicciones internas han cedido para darle cabida a una realidad más intima con Dios. Ojalá que podamos comprender la gratuidad del amor de Dios, será en ese momento cuando sintamos que sus leyes se están escribiendo en lo más íntimo de nuestro ser.
Amén.

Chiguayante , 24 de Mayo de 2006
01, 31 horas.

domingo, 10 de junio de 2007

LLAMADOS A SER UN PUEBLO PROFETICO Por Juan Stam

LLAMADOS A SER UN PUEBLO PROFETICO[1]

Los acontecimientos del 11 de septiembre, que superaron las películas de Alfred Hitchcock y dejaron atrás a la ciencia-ficción más horrenda, nos llaman a reflexionar seriamente sobre el futuro de nuestra civilización y la presencia y testimonio de la iglesia en este mundo radicalmente nuevo. Sin embargo, ese nuevo mundo tampoco comenzó el 11 de setiembre. Para quienes estaban leyendo las señales de los tiempos, hace años era evidente que estamos viviendo un período de transición histórica sin paralelo desde la época de la Reforma en el siglo XVI.

Nuestra tesis en estas conferencias es que la iglesia del Señor está llamada siempre a tener una presencia profética en el mundo, y más que nunca en tiempos tan críticos y decisivos como los nuestros.


¿Que significa profecía?[2]

Si vamos a hablar de una iglesia profética, debemos aclarar bien el concepto bíblico de “profecía” y "profético". Hay una confusión casi universal sobre el sentido de estos términos. La gran mayoría entiende “profecía” como sinónimo de predicción o vaticinio, en el sentido exclusivo de su elemento predictivo. Esa definición se deriva de la cultura secular (los oráculos griegos, la Sibila, las "profecías" de Nostradamus) o hasta del ocultismo (videntes o "profetas" sensacionales que pretenden anunciar cosas secretas).

El problema con esta definición popular es que toma un solo aspecto, y no el definitivo o más importante, y lo confunde con toda la realidad del profetismo. No cabe duda de que Dios puede revelar a sus profetas acontecimientos futuros, y lo ha hecho. Es evidente que eso es un aspecto de los libros proféticos de la Biblia. Pero eso no es la esencia de la profecía. Como puede haber "predicciones" del futuro (hasta acertadas) que no son profecía, puede haber también profecía sin que sea predictiva. Si limitamos la profecía a sólo su parte predictiva, desde esa parte aislada y distorsionada, terminaremos malentendiendo todo lo que es la profecía en sentido bíblico.

Douglas Stuart señala que cuando los profetas anunciaban el futuro, "era usualmente el futuro inmediato de Israel, Judá y otras naciones vecinas; no nuestro futuro" (Eficaz 148). Afirma además que "Menos del 2 por ciento de las profecías del Antiguo Testament son mesiánicas; menos del 5 por ciento describen específicamente la edad del Nuevo Pacto y menos de 1 por ciento se refieren a sucesos que todavía están por ocurrir" (p.147)

Es evidente también que "Los Prophetas Anteriores" del canon hebreo (de Josué hasta 2 Reyes) no se caracterizaban por predecir lo futuro ni se consideraban "proféticos" por esa razón. La primera persona llamada "profeta" en la Biblia es Abraham (Gén 20.7) y el pionero y prototipo de toda la profecías es Moisés (Dt 18.15-22; cf. Hch 3.22s; 7.37; también María, Ex 15.20). Ellos, así como también Samuel, Elías, Eliseo y muchos otros profetas, no solían anunciar acontecimientos futuros; no eran profetas porque vaticinaban. De igual manera, ningún libro era "profético" por razón de su elemento predictivo, ni todos los libros proféticos tenían necesariamente que "profetizar" el futuro.

Un hecho muchas veces olvidado es que el fundador y modelo de la "línea profética" en Israel fue, precisamente, Moisés. ¿Y por qué fue profeta Moisés? No porque vaticinara eventos futuros sino porque Dios habló por su medio al pueblo de Israel. Varios pasajes revelan el verdadero sentido y base del carácter profético de Moisés:

¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien?...Tu hablarás a él y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer (Ex 4.14s).

Mira, yo te he constituido dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta. Tu dirás todas las cosas que yo te mande, y tu hermano Aarón hablará a Faraón... (Ex 7.1s).

Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como hablaba cualquiera a su compañero (Ex 33.11).

Aquí encontramos la esencia misma de la profecía: Moisés estaba llamado a estar en la presencia de Dios y escuchar su voz. Dios le mostraría lo que tanto él como el pueblo deberían hacer (Ex 4.14a). Moisés como portavoz de Dios hablaría a Aaron, quien sería como "profeta" de Moisés para hablar con Faraón. El profeta primero se hace presente ante Dios, y después ante el pueblo. Es un vocero de Dios, que escucha su voluntad y la comunica al pueblo (Dt 5.25-33). El profeta es un mediador entre Dios y el pueblo (Eficaz 148s).

Como profeta de Dios, Moisés transmitió al pueblo la ley fundamental del pacto del Señor. La función esencial de todo profeta en Israel era la de llamar al pueblo a cumplir esa alianza, cuyas condiciones, bendiciones y represalias comunicó Moisés al pueblo (Lev 26.1-13; Deut 28). Gran parte de la profecía predictiva era el anuncio del cumplimiento de esos mismos términos del pacto sobre el pueblo: ante la obediencia Dios dará fertilidad, buenas cosechas, salud, prosperidad y seguridad (Amós 9.11-15); ante la desobediencia Dios responderá con plagas, epidemias, destrucción (Os 8.14), deportación (Os 9.3) y otros castigos (Eficaz 150). Por eso, las profecías pre-exílicas (siglos VIII a inicios de VI), cuando el pueblo estaba en mucho pecado, se concentran en amonestaciones de un pronto juicio. En cambio, las profecías durante y después del exilio (después de 722/587 a.C.), cuando el pueblo ya había sido castigado, dan su mayor énfasis a la esperanza, en los términos básicos de las bendiciones del pacto.

Muchos pasajes, sin embargo, no incluyen ningún anuncio, ni aun para el futuro cercano, mientras otros se extienden hacia un lejano horizonte escatológico. Sean pasajes puramente didácticos, o sean predictivos de un futuro inmediato o de un futuro lejano, siempre se orientan desde la perspectiva de las realidades presentes del pueblo de Dios, no desde alguna perspectiva especulativa de realidades aún no existentes.[3] Y esa dimensión predictiva, cuando está presente, aparece en función del motivo central del profetismo: el cumplimiento del pacto de Dios con Israel y todas las naciones (Eficaz 149).

W. E. Vine (p.190) concluye, muy acertadamente, que "la profecía es mucho más que el vaticinio de eventos futuros. En realidad, la preocupación primordial del profeta es hablar la Palabra de Dios al pueblo de su tiempo, llamándoles a volver a la fidelidad al pacto".

Eso implica una manera distinta de entender los términos “profecía” y “cumplimiento”, al estilo bíblico. De los muchos textos antiguotestamentarios citados como cumplidos en Jesús, pocos tienen carácter estrictamente profético-predictivo. A veces, especialmente en el evangelio según Mateo (donde aun aparecen con alguna de las "fórmulas de cumplimiento" que tanto usa ese autor), de hecho no señalan más que paralelismos entre un episodio antiguo y otro en la vida de Jesús.[4] Estos pasajes emplean el relato antiguo en forma descriptiva para dar énfasis a alguna enseñaza o para indicar las continuidades básicas de la historia de la salvación (túpoi, I Cor 10.6), sin verlo necesariamente como predicción (cf. Mt 2.15;17,23; 4.14; 8.17).

Estrictamente, según nuestra moderna manera de entender "profecía" y "cumplimiento", un acontecimiento puede considerarse el cumplimiento de una profecía predictiva sólo si están presentes dos condiciones: (1) el pasaje del AT debe ser claramente predictivo, en una forma en que lo hubieran entendido así en los siglos antes de Jesús y (2) el autor del NT también debe plantearlo como un cumplimiento explícito, en los mismos detalles específicos del pasaje original.[5] Pero eso no es típico del Nuevo Testamento. La forma tan libre y flexible en que los autores novotestamentarios utilizan el esquema de "promesa" y "cumplimiento" corresponde más bien al pensamiento bíblico y el sentido hebreo de la profecía.

Por eso, sería un grave error suponer que “profetizar” consistiera esencialmente en predecir el futuro. Bíblicamente, los profetas suelen morir asesinados, pero a nadie se le asesina por predecir el futuro, sino por denunciar el pecado y la injusticia. Aunque el mensaje de los profetas a veces incluía realidades futuras que Dios les revelaba, ser profeta era (y es) muchísimo más que ser vaticinador. El profeta es alguien que sirve de canal de comunicación entre Dios y los seres humanos. En hebreo su título más común, NaBîA (Gn 20.7), probablemente significaba “uno que ha sido llamado” (Albright) pero también “uno que llama”, alguien que habla y actúa de parte de Dios. Se llama también “vidente” (JoZôH, 1Cr 9.22; 21.9), especialmente en I y II Crónicas. El profeta es un visionario, uno que ve realidades que otros no ven, que ve todo como Dios lo ve. También se llama “varón de Dios”, alguien (hombre o mujer; Ex 15.20-21) que pertenece al Señor y vive muy cerca de Dios (1 R. 17.1).

Podemos encontrar un perfil del testimonio profético en el llamamiento del profeta Jeremías, que está detrás de la comisión profética de Juan en Apoc 10. El profeta sabe que Dios lo ha separado desde antes de nacer como mensajero suyo a todas las naciones (Jer 1.5). Cuando protesta su juventud y su poca elocuencia, Dios le responde, “vas a decir todo lo que yo te ordene. No le temas a nadie, que yo estoy contigo para librarte.” Entonces Dios extendió la mano y tocó su boca, diciéndole “He puesto en tu boca mis palabras. Mira, hoy te doy autoridad sobre las naciones” para arrancar y derribar, destruir y demoler, construir y plantar (1.10; cf. 18.7-9; 26.12; Dt 18.18). El Señor ruge desde lo alto y manda a Jeremías profetizar (25:30). Igual que el llamado de Juan, la vocación de Jeremías es altamente política e internacional (Jer 1.5; Ap 10.11).[6]


La iglesia es profética por naturaleza

El profeta Joel anunció que en los tiempos mesiánicos Dios derramaría el Espíritu de los antiguos profetas sobre todos los miembros de la comunidad (2.28-29):

Después de esto,
derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano.
Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán,
tendrán sueños los ancianos,
y visiones los jóvenes.
En esos días derramaré mi Espíritu
aun sobre los siervos y las siervas.

En el Antiguo Testamento, el Espíritu de Dios sólo se impartía a ciertos individuos escogidos (sobre el Siervo Sufriente, Is 42.1; cf. 11.2; sobre David, 1 Sm 16.13, etc), no a todo el pueblo. Joel promete que cuando llegue el día del Señor (1.15, 25-28; 2.2, 10-11, 30-31), Dios dará su Espíritu a todos, sin distinción de edad (hijos, jóvenes, ancianos), sexo (hijas, siervas), ni condición socioeconómica (siervos, siervas). El Espíritu se dará en plenitud aun a los menos aventajados o calificados para tan grande don. El verbo “derramar”, repetido dos veces, indica una efusión abundante del Espíritu (Is 32.15; 44.3; Ez 39.29; Zac 12.10). Del contexto es evidente que la promesa tiene relación especial con el don profético. ¡En el reino mesiánico, todo el pueblo de Dios será portador del Espíritu de los profetas!

Esta promesa puede verse como la realización del anhelo de Moisés, cuando deseó que todo el pueblo fuera profeta (Nm 11.25-29). Lejos de ser un caso aislado, esta efusión del Espíritu sobre todo el pueblo es central al nuevo pacto prometido por Jeremías y Ezequiel. Dios dará un nuevo espíritu a todos (Ez 11:19; 36.26-27), porque pondrá su propio espíritu en cada uno (Ez 37.14; cf. Is 59.21). La fuerza interior del Espíritu escribirá la ley de Dios en los corazones de todos, transformando corazones de piedra en corazones de carne (Ez 11.19; 36.26-27). En las palabras de Jeremías 31.33, 34,

Este es el pacto que después de aquel tiempo haré con el pueblo de Israel – afirma el Señor – Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón...Ya no tendrá nadie que enseñar a su prójimo, ni dirá nadie a su hermano, “¡Conoce al Señor!”, porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande, me conocerán.

Esta promesa (citado en Hebreos 10:16) afirma, igual que Joel 2, el carácter profético de todo el pueblo mesiánico del Señor. El derramamiento del Espíritu sobre toda la comunidad será tan abundante y tan transformador que el conocimiento de Dios fluirá espontáneamente en todos (Jl 2.28-29; cf. Dn 1.17; 2.19,28). Dios promete aquí que su Espíritu transmitirá a todos el don profético.

En el día de Pentecostés, Pedro afirma explícitamente, con toda claridad, que esta promesa ya se cumplió.[7] En el cuerpo de Cristo ya no quedan discriminaciones (Gal 3.28); el Espíritu es derramado copiosamente sobre mujeres y varones, viejos y jóvenes, esclavos y libres, judíos y gentiles (Hch 2:39). “Todos fueron llenos del Espíritu Santo”,[8] nos dice Hechos 2.4, y “todos comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse”. Ahora en Cristo se cumple el antiguo sueño de Moisés: desde el Pentecostés, todo el pueblo es portador del Espíritu de los profetas (Nm 11.25-29).

El sermón pentecostal de Pedro, como constituyente para la iglesia que nace, puede compararse con el sermón inaugural de Cristo en Nazaret (Lc 4.16-20). El Pentecost;es marca programáticamente la naturaleza y la misión de la nueva comunidad como cuerpo de Cristo. Desde el Pentecostés, la iglesia es profética por naturaleza. Un testimonio no-profético no puede ser un fiel testimonio cristiano. El día de Pentecostés significa que para siempre la iglesia habrá de ser pentecostal y profética.


¡Todos debemos ser pentecostales!
(como lo describe Hechos 2)

El día de Pentecostés es el paradigma para la iglesia de todos los siglos. En él, Dios marcó a la iglesia para siempre con su carácter carismático, bíblico, y profético. Tan importante era ese día, que Cristo ordenó a sus discípulos quedarse sentados en Jerusalén hasta que no se cumpliera (Lc 14.49, kathísate). La misión no pudo iniciarse sin el don pentecostal. La iglesia es iglesia porque es pentecostal. Es fiel a su naturaleza y misión sólo cuando es fiel a su origen en el Pentecostés.

El capítulo dos de los Hechos nos enseña un pentecostalismo integral. El derramamiento del Espíritu (2.1-13), va acompañado por una clara exposición de la Palabra de Dios (2.14-36), que resulta en muchas conversiones (2.37-41) y una comunidad radicalmente transformada (2.42-47). El Pentecostés comenzó, pero no terminó, con el don de lenguas. Mucho más que la impresión del fenómeno de las lenguas, el secreto de su poder fue la fuerza de la Palabra y la práctica evangélica que ésta inspiró. Si hubiera sido lenguas y nada más, no hubiera sido Pentecostés.

El Pentecostés nos enseña que la iglesia vive de los dones del Espíritu, entre ellos el de las lenguas. Las lenguas en ese momento eran una señal, apropiada para la ocasión, del derramamiento inicial del Espíritu sobre la iglesia, cuando "todos fueron llenos del Espíritu Santo" (2.4). El Espíritu es la vida común del cuerpo de Cristo y distribuye sus abundantes dones a todos los miembros, "repartiendo a cada uno como él quiere" (1 Cor 12.7-13).[9] Sin esos dones, la iglesia no puede vivir ni cumplir su misión en la tierra.

El don de lenguas en Hechos 2 reviste un claro sentido misionero y evangelístico. Es importante notar que a diferencia de Corinto, donde las lenguas eran extáticas e ininteligibles (1 Co 13.1; 14.2), en Hechos 2 el don consistía en idiomas humanos, de todas las naciones identificados en 2.9-11. El texto nos cuenta que cada uno oía a los apóstoles "en nuestro propio dialécto" (2.5, dialékto) , "en nuestra lengua en la que hemos nacido" (2.8, cf. 2.11). Por otra parte, Pedro les predicó en alguna lengua común (a lo mejor, su mal griego, con fuerte acento galileo) y la multitud lo pudo entender. Su comunicación fue tan eficaz que tres mil personas se convirtieron. Los galileos eran famosos por pronunciar mal su propio idioma (Mr 14.70). Sin embargo, en el día de Pentecostés el Espíritu capacitó a esos galileos para glorificar a Dios en muchos idiomas extranjeros y bendijo al mal griego de Pedro con enviables resultados evangelísticos.

El contraste llama la atención. Por una parte, unos galileos, "sin letras y del vulgo" (Hch 4.11), lucen por un momento como brillantes lingüístas, pero a continuación Dios bendice el griego deficiente de Pedro para una evangelización impresionante. Entonces, ¿para qué ese previo don de lenguas?

El testimonio misionero de la iglesia, aun antes del sermón de Pedro, se inició cuando los apóstoles proclamaron "las maravillas de Dios" en los idiomas de todas las naciones presentes (2.11). Parece que en la sabiduría de Dios, los gentiles tenían que escuchar el evangelio primero en los acentos auténticos de su propia cultura y en su lengua materna. Ningún idioma, ni el hebreo ni el griego ni el latín, debe considerarse el idioma oficial del evangelio. Cuando el evangelio llega a un pueblo, la única cultura a que pertenece debe ser la misma cultura del pueblo que recibe el mensaje. El evangelio se encarna con fidelidad en la auténtica idiosincracia de cada pueblo. Por eso, ser pentecostal significa ser contextual y autóctono. Imponer algún lenguaje extraño o patrones cultures extranjeros es anti-pentecostal.

A las experiencias carismáticas ha de seguir la exposición de la Palabra (2.14-36), la proclamación del evangelio para la conversión de las personas (2.37-40). La predicación bíblica de Pedro no era menos pentecostal y carismática que los anteriores fenómenos de glosolalia. Aunque Pedro no tuvo oportunidad para preparar su sermón,[10] escogió muy acertadamente sus textos del Antiguo Testamento: Joel 2.28-32 junto con Salmos 16.8-11 y 110.1. En realidad, este mensaje de Pedro muestra las características de un buen sermón expositivo. Como respuesta a una situación no anticipada, comienza contextualmente (2.14-15). Se basa sólidamente en apropriados textos bíblicos. Aunque su ocasión fue el derramamiento del Espíritu y el don de lenguas, al fin no es un sermón sobre lenguas, ni aun sobre el Espíritu Santo, sino sobre Cristo (2.22-35), que interpreta los fenómenos carismáticos cristológicamente (2:33). El sermón concluye con una afirmación contundente del señorío de Cristo (2:35). La Palabra predicada fue tan poderosa que los oyentes clamaron arrepentidos, "¿qué haremos?" (2.37), con lo que Pedro extendió una iinvitación evangelístic (2.38-40) y tres mil se convierton (2.41).

Sin predicación bíblica, que expone cuidadosamente el sentido fiel de las escrituras, como lo hizo Pedro, no se es pentecostal. Demasiadas veces, en nuestros días, la "celebración" y las experiencias sensacionales desplazan la fiel exposición bíblica.. No fue así en el día de Pentecostés. Ser pentecostal, según el capítulo dos de los Hechos, significa "perseverar en la doctrina" (2.42) y edificar bíblicamente a la congregación con sólida predicación expositiva. La predicación bíblica es un elemento esencial de la pentecostalidad.

El final del capítulo nos presenta un tercer elemento esencial de la pentecostalidad: una comunidad radical que practica la fe hasta las últimas consecuencias (2.42-17).[11] En la nueva comunidad de fe, perseveraron en la doctrina, la comunión, el pan compartido y la oración (2.42). Era una comunidad integral y balanceada. Tenían favor con el pueblo (2.47) pero, a la vez, las maravillas y señales en la comunidad provocaban temor y respeto (2.43; c f. (2:19; 4:30-33; 5:1-13; 6:8; 8:13). Y lo más sorprendente, y la mayor prueba de auténtica pentecostalidad: tenían todas las cosas en comun (2.44) "y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía" (4:32). Hasta vendían sus propiedades para financiar los proyectos sociales de la comunidad (2.45; cf. 4.32-37).

La mayor prueba de la autenticidad de lo que pasó el día de Pentecostés, fue lo que pasó el día después del Pentecostés. Los recién convertidos recibieron el Espíritu (2:38) y en seguida practicaron la justicia social y económica, como manda la palabra de Dios. El proyecto pentecostal incluyó un programa de comedores populares (6.1).[12]

Algunos pensadores judíos relacionaban el día de Pentecostés con el año de Jubileo (Lev 25) en que Israel había de repartir equitativamente toda la tierra.[13] El Jubileo era el año cincuenta y el Pentecostés era el día cincuenta, por lo que correspondía dentro del año a lo que era el Jubileo en el siglo. Además, en un pasaje claramente "jubilar", el profeta anunció el don del Espíritu y buenas nuevas para los pobres en el "año agradable del Señor" (Isa 61.1-3). Jesús aplicó este mismo pasaje, en el mismo sentido, en su sermón inaugural en Nazaret (Lc 4.16-21; cf. 7.18-23). En el Pentecostés, el Espíritu Santo vino sobre la iglesia, nuevo cuerpo de Cristo, y en seguida la práctica del evangelio, en el poder del Espíritu, trajo "buenas nuevas para los pobres".

El tercer momento del Pentecostés, según el capítulo dos de los Hechos, es una comunidad radical que practica el evangelio sin reservas, conforme al modelo del año de Jubileo. Sin eso no se es pentecostal, por muchas lenguas que hablan. ¡Sin Jubileo económico, no hay Pentecostés!

Debe ser imposible para un cristiano ser anti-pentecostal, en el significado bíblico de ese magno acontecimiento. Pero tampoco se debe permitir que el hermoso título de "pentecostal" se límite a uno sólo de los aspectos del día de Pentecostés o a una sola corriente dentro del cristianismo evangélico. ¡Pentecostales somos todos!


La iglesia es pentecostal y profética,
o no está siendo iglesia

Cuentan que un evangelista decía una vez que no tocaba los problemas políticos porque “Dios me llamó al ministerio evangelístico, no profético”. Al contrario, Dios ha llamado a toda la iglesia y a cada creyente a una presencia profética en medio del mundo. La iglesia, como dicen Arens y Díaz Mateos (2000:288), es una comunidad de profetas y testigos. Dios encargó a Ezequiel a profetizar de tal manera que, aunque el pueblo no creyera, “al menos sabrán que entre ellos hay un profeta” (Ez 2:5; Beale 1999:550). Donde está la iglesia, la gente debe darse cuenta de una presencia profética en su medio.[14]

Es cierto que el Nuevo Testamento enseña también una vocación personal de algunos creyentes al oficio profético (Ef 4.11), y afirma que no todos son profetas, igual que no todos son apóstoles ni maestros (1 Cor 12.29).[15] A estos profetas Dios puede dar revelaciones directas para la iglesia (1 Cor 14:29-31). Siempre que se dan tales revelaciones en el culto, la congregacion entera, en cuanto comunidad también profética, las ha de juzgar (14.29). Igual que los profetas del Antiguo Testamento, estos profetas traen un mensaje directo de Dios (no necesariamente predictivo) para el pueblo de Dios. La vocación específica de ellos es una expresión más concentrada del carácter profético de toda la comunidad.

Apocalipsis 10.1--11.13 es un interludio entre la sexta trompeta y la séptima, sobre la misión profética de la iglesia en tiempos de crisis y tribulación. Se dedica primero a la misión profética de Juan mismo, como uno de esos profetas "de oficio" (10.1-11.2). Juan tiene que comerse el librito que está en manos del poderoso ángel (10.8-10; cf. Ezeq 2.9-3.3), con lo cual Dios le renueva su comisión a "profetizar "sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes" (10.11).[16] La segunda mitad del interludio (11.3-13) trata del testimonio profético de la iglesia entera, representada por los dos testigos, cuyo poder no se basa en soplar fuego sino en morir y resucitar con Cristo.[17] Hay un amplio consenso entre los comentaristas que ellos representan el testimonio profético de toda la comunidad.

Igual que Juan y los dos testigos, la iglesia hoy está llamada a profetizar sobre las naciones y gobernantes de nuesto tiempo (Apoc 10.11; 11.3-13), aunque eso signifique atormentar al mundo entero (11:10) y hasta entregar nuestras vidas en martirio (11:7-10). Una iglesia que calla ante la corrupción y la injusticia, que no molesta a nadie sino que busca quedar bien con todos, es una iglesia infiel y cobarde. Y en primera fila de los que no entrarán al reino de Dios, según el Apocalipsis, están los cobardes (Apoc 21.8).

La tarea profética toma la forma de palabra y acción. Los antiguos profetas generalmente acompañaban su palabra de denuncia y anuncio con gestos simbólicos también proféticos. Esas acciones proféticas a veces eran preformativas para hacer realizarse la profecía, y en otros casos funcionaban como parábolas que aclaraban su mensaje. El profeta Juan realizó una acción simbólica antes de recibir su mandato de profetizar (10.10, comió el rollo) y en seguida es ordenado a realizar otra (medir el santuario, 11.1-2). En cambio, el ministerio de los dos testigos (11.3-13) parece ser de pura acción profética, pues no pronuncian ni una palabra en todo el relato. La profecía siempre debe mantener esta correlación de palabra y acción. Como dice la canción, “no basta orar”, ni basta solamente la profecía verbal sin acción profética (ora et labora; “a Dios orando y con el mazo dando”

El pueblo de Dios está llamado a ser una comunidad pentecostal, carismática y profética. ¿Está la iglesia evangélica, en América Latina hoy, dispuesta a asumir este reto? Que Dios nos ayude a ser fieles y valientes, con esa presencia profética que nos exige su Palabra, como también nuestro momento histórico.



BIBLIOGRAFIA

Arens, Eduardo y Manuel Días Mateos, Apocalipsis: la fuerza de la esperanza (Lima: CEP, 2000).

Blenkinsopp, Joseph, "Profetismo y profetas" en Comentario bíblico internacional, William A. Farmer, Armando Levoratti et al ed. (Estella: Verbo Divino 1999), 867-872.

Fee, Gordon y Douglas Stuart, La lectura eficaz de la Biblia (Miami: Editorial Vida, 1985)

Rofé, Alexander, "Jeremiah" en HarperCollins Bible Dictionary, Paul J. Achtemeier ed (HarperSanFrancisco 1996), 490-492.

Stam, Juan, Apocalipsis y Profecía (Buenos Aires: Kairós, 1998).

Stam, Juan, Apocalipsis (Buenos Aires: Kairós, 1999).

Vine, W.E,, Vine's Complete Expository Dictionary of Old and New Testament Words (Nashville: Thomas Nelson, 1985)


[1] ) Conferencia solicitada el 16 de setiembre de 2001 por el Seminario Presbiteriano de San Felipe, Guatemala, como parte de su Congreso Anual de Teología.
[2] ) Algunos párrafos de esta conferencia son adaptados de Stam, Apocalipsis y profecía, cap. 2.
[3] ) cf Stam, Apocalipsis Tomo I, "Juan de Patmos habla del futuro, pero desde su presente y para su presente", pp. 17-19.
[4] ) Por ejemplo, en Mat 12.40 Jesús compara su muerte y resurrección con los tres días que Jonás estuvo dentro del pez. Sin embargo, Jonás 1.17, en su propio contexto, jamás podría considerarse una profecía de la resurrección de Cristo, a la que no hace ninguna referencia.
[5]) En ese sentido, Mat 2.6 puede considerarse el cumplimiento de Miq 5.2, pero es más difícil ver lo mismo en Mat 2.15 (Os 11.1) y 2.17 (Jer 31.13), e imposible en 2:23 (ningún texto predijo que Jesús viviría en Nazaret).
[6] ) Alexander Rofé de la Universidad Hebrea de Jerusalén señala que Jeremías tenía un buen conocimiento del acontecer internacional (Harper Collins Bible Dictionary 490); J. Blenkinsopp indica lo mismo en cuanto a Amós (Comentario Bíblico Internacional 870). Es muy impresionante el dominio que tuvo Juan de Patmos de la realidad política, económica, social e ideológica del imperio romano (véase "El Apocalipsis y el Imperio Romano" en este mismo libro).
[7] ) La promesa del nuevo pacto, afin a la efusión del Espíritu, también se cumplió en la pasión de Cristo (Mt 26:28) y el Pentecostés (nuevo espíritu).
[8] ) Cf. 4:8,31; 8:17; 10:44,47; 11:15; 13:9,52; 19:1-7.
[9] ) Puesto que el Espíritu reparte sus dones entre todos los miembros del cuerpo, no debemos distinguir entre cristianos "carismáticos" y otros que supuestamente no lo son. Según el Nuevo Testamento, todo cristiano es carismático.
[10] ) Dejamos a un lado la pregunta, hasta qué punto el sermón es de Pedro mismo o hasta qué punto puede ser redacción de Lucas, que no afecta nuestro argumento.
[11] ) Para más detalles, véase la exposición del Pentecostés en "La propuesta teológica de la teología de la liberación", en este mismo volumen.
[12] ) Este proyecto de asistencia a los pobres de Jerusalén fue muy importante en la fase final de la misión de San Pablo (Ro 15.26; 1 Cor 16.1-4; 2 Cor8-9; Hech 20.22-25; 21.11; cf. Gal 2.10).
[13] Asociado con el Jubileo estaba el sábado de la tierra, cada siete años, en que debían cancelar todas las deudas y liberar a todos los y las israelitas bajo servidumbre (Deut 15).
[14] No debe dejar de leerse, con mucha oración, el enjundioso capítulo (¡que nos parece en sí profético!) de Arens y Díaz Mateos, “Profeta, testigo y mártir” (2000:437-452).
[15] ) Debe quedar claro que no estamos afirmando que todos los creyentes son profetas, sino que la iglesia como tal está llamada a ser una comunidad profética. El énfasis en Hechos 2 sobre la universalidad del don pentecostal, que se extiende a todos y a todas en la comunidad, muestra que aun los que no son "profetas" por vocación están llamados a ser "proféticos" como miembros del cuerpo de Cristo.
[16] ) Llama la atención que sólo aquí esta fórmula cuatropartita menciona "reyes", lo que da a la comisión de Juan un énfasis más fuerte en el aspecto político. De hecho, a continuación Juan va a denunciar a diferentes, reyes, sobre todo los emperadores romanos (capítulos13-19; véase Stam, "el Apocalipsis y el Imperio Romano", en este libro).
[17] ) En el Apocalipsis, "testigo" (mártus) suele sugerir martirio (1.5; 2.13). El testimonio profético de los dos testigos consiste sobre todo en su muerte, vituperio y resurrección. Véanse los comentario, y Stam, "Los dos testigos: una parábola del Apocalipsis".

sábado, 2 de junio de 2007

AMÓS, PROFECÍA PARA HOY por Emmanuel F

AMÓS, PROFECÍA PARA HOY
E F S


INTRODUCCIÓN:
Este trabajo es la continuación de un estudio de PROFETAS Y PROFECÍA en el primer testamento. Como tema concreto, Amós viene a ser nuestra elección para profundizar el tema profético. La elección sin duda pasa por un estudio previo del libro en el seminario teológico bautista de chile, con sede en Santiago. Desde que Oscar Pereira, profesor de A.T., en la clase de Introducción II al A.T. propuso temas para un trabajo de investigación, nació la necesidad de investigar un libro que en lo personal no haya escuchado hablar en la iglesia. Por ende Amós me resultó un “presa” exquisita de degustar. Llegó a mis manos el libro de Moisés Chávez y desde ahí empezó una mirada contextual al libro de Amós, rescatando su tremendo potencial profético para nuestros días.
A continuación les presentamos unos apuntes básicos, para introducirnos (y así complementar) al tema profético “desde Amós”. (Presentamos este trabajo en 6 puntos, respetando la metodología del trabajo del profesor Chávez)

QUIÉN ERA AMÓS *(para una lectura provechosa de este apunte, se requiere la lectura previa del libro de Amós).

Þ El declara no ser profeta, aunque lo que hacía no era otra cosa que profetizar. Quiso decir que no lo respaldaba un pasado de “experiencia profesional”.
Þ Vino de Judá para anunciar juicio contra Israel.
Þ Su falta de acceso a los medios oficiales de comunicación le convirtió también en el primer profeta que escribiera un libro. Así se mereció el sitial de padre de la profecía clásica.
Þ ¿De qué vivía Amós? ¿quién lo financiaba? Amós se presenta a sí mismo como ganadero (heb. boqer), y dedicado a la explotación de higos silvestres.
Þ En 1:1 se le llama “noqed” que es traducido “pastor de ovejas o rebaños”. Es probable que un noqed fuera un empresario dedicado a la producción de lana como materia de trueque e intercambio. En el caso de Amós esta actividad le permitía libertad de movimiento, al igual que le diera oportunidad de estudiar y viajar. Leer 7: 12 – 17.


LA FORMACIÓN DE AMÓS

Þ Posee conceptos bastante elaborados sobre el pacto y la elección de Israel que se explican sólo como fruto de una profunda reflexión en el texto de Génesis y Éxodo.
Þ Le interesa investigar los orígenes de pueblos como los arameos y filisteos y revela conocer bastante de geografía.
Þ Su mensaje da cuenta de un fondo cultural y sapiencial considerable.
Þ Se dice que Tecoa era una ciudad muy interesada en el tema sapiencial, incluso más que Jerusalén y otras ciudades de Judá. (ver 2 Sam. 14:2).


AMÓS EL ORADOR Y ESCRITOR

Þ El libro de Amós es el primer libro de la Biblia que tiene paternidad literaria definida y que fue producido casi simultáneamente con los hechos que testifica.
Þ El es un inteligente y agresivo orador, que domina los recursos del lenguaje y bosqueja magistralmente sus discursos.
Þ Amós parece haber elaborado por escrito o mentalmente el bosquejo de sus discursos. El no era un improvisador.

EL PENSAMIENTO TEOLÓGICO DE AMÓS

Þ Dios y la historia universal. Dios es el señor de la historia. Todas las naciones están representadas por las siete naciones mencionadas en los dos primeros capítulos. La historia de los hombres es la historia de Dios. No existe para Amós historia secular e historia sagrada (ver 9: 7). Concibe la historia como sucesión de juicios divinos, que incluyen el aniquilamiento de unos pueblos por otros. Dios trae a juicio a las naciones por la violación de los pactos internacionales y por los crímenes de guerra.
Þ Dios y la historia de Israel. Dios se relaciona con Israel en el esquema jurídico de los pactos del medio oriente antiguo. Amós considera que la historia de Israel tiene especial trascendencia por causa de la solemnidad del pacto. Esto no la hace mejor que las demás naciones, pero la mantiene mejor informada de la voluntad divina. Israel tiene mayores responsabilidades y su fracaso es más trágico.
Ø Por el pacto Dios considera a Israel “su pueblo” hasta el fin. Israel no deja de ser pueblo de Dios, salvo desapareciendo del mapa. (4:2; 7:8, 15; 8:2; 9:10).
Ø Su mensaje aunque es de juicio, no descarta el verdadero arrepentimiento de individuos que forman el remanente.
Þ Moralidad antes que religión. Las demandas de Dios son de carácter moral y ético universal (leer 5:7, 15, 24; 6:12). Amós no juega con conceptos abstractos, sino con principios que deben ser objetivados en la vida de la sociedad (5:6, 14; 3:10). La conducta moral es la base de la armonía o ruptura con Dios (leer 5:21-24).


EL DIAGNÓSTICO FATAL

Þ Todo en Israel parecía indicar que las cosas andaban bien. Desde el punto de vista económico y a nivel internacional el panorama era favorable. (ver apunte PROFETAS Y PROFECÍA). Pero aparece Amós con un mensaje distinto.
Þ Tuvo el coraje de describir la monarquía de otro modo y señalar con el dedo acusador los mecanismos de explotación que producían una prosperidad de espejismo (5:12, 13).
Þ Amós expone la fenomenología de la pobreza usando los siguientes términos que nos toca definir:
Y TSADÍQ: Este es el justo por causa justa.
Y EBIÓN: Es el que no posee recursos materiales. Está en paralelo con la anterior palabra.
Y DALÍM: Estos son aquellos/as que son despojados de sus tierras mediante la confiscación por deudas.
Y ANAVÍM: Son la gente humilde como clase social, que lucha para ganarse el pan de cada día. (2: 7).
Y ANUSHÍM: Describe a los afectados por cargas tributarias.
Y ASHUQÍM: Se traduce como injusticias.


LA PROFECÍA Y EL JUICIO

Þ La autenticidad de las profecías de Amós se revela en que fueron proclamadas y escritas antes de la caída de Samaria, anunciada con una aproximación que es imposible tenga otro origen que la revelación divina. Veamos algunos aspectos:
Y La ruina la ocasionaría una nación. 3:11. ver 5:16-17. cf. 8:3.
Y Aquella nación vendría del norte. 6: 14. Hamat era una antigua ciudad Siria. Ver 5:27.
Y Aquella nación introduciría el cautiverio. El hablar de esto un cuarto de siglo antes de que se produjera, era insólito. Leer. 5:5; 6:7; 7:9, 11; 9:4. El último versículo indica que la destrucción sería total; la población evacuada; Israel jamás volvería a ser recuperado.

CONCLUSIÓN:

Los registros de 2 Reyes dan detalles del cumplimiento de estos oráculos. Bajo Oseas (rey de Israel, no el profeta) se completó el cautiverio de Israel y fueron destruidas Samaria y otras ciudades importantes. Leer 2 Reyes 17.
La profecía en Amós es clara. La palabra pronunciada o proclamada viene desde la conversión del mismo nabí’.
En un mundo como el nuestro, lleno de “espejismos sociales”, donde la producción y el consumo están por encima de la vida cósmica. Personajes como Amós nos recuerdan nuestra naturaleza como Iglesia: ser voceras/os – testigos (mártires) de la PALABRA-VOLUNTAD del DIOS SIEMPRE PRESENTE Y JUSTO.
La destrucción de viejos paradigmas teo-ideológicos que proponen una espiritualidad a-política, a-científica (y todos los “a” que se nos pudieran ocurrir), es una tarea que nos compete a todos/as que hemos recibido el evangelio (buena noticia) de Jesucristo. No puede ser posible que en un país que se declara cristiano, encontremos índices tan altos de corrupción, desempleo, promiscuidad, depresión y otros males. La iglesia debe vestirse de ropas proféticas. Nos es “otro discurso” la que la iglesia debe pronunciar sino, EL DISCURSO, porque es desde EL ÚNICO Y VERDADERO DIOS, el que respalda la voz-práxis de la iglesia.
Gracias a Amós tenemos hoy la oportunidad de confrontar y a la vez nutrir nuestra espiritualidad e identidad como iglesia que vive en el “Espíritu de Cristo”.












BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Biblias:


SANTA BIBLIA, RV 60.
NVI

Libros:

MODELO DE ORATORIA, Moisés Chávez Edit. Caribe. Miami 1979, EEUU. 144 págs.

HISTORIA DE SALVACIÓN, J.S. Croatto Edit. Verbo Divino. España. 1995. 340 págs.

Cuida que tu Luz no se convierta en oscuridad. Introducción a la Espiritualidad Cristiana. por Emmanuel F

INTRODUCCIÓN

Þ La tarea que nos compete hoy es muy importante. La urgencia de llevar el mensaje de Jesucristo es la preocupación que debe quitarle el sueño a la Iglesia. Pero la sola urgencia no certifica la autenticidad de este mensaje, sino que tal mensaje debe emanar de la Palabra. Todo lo que hagamos como creyentes debe ser impulsado por la Palabra y sostenido por el Espíritu. Por esto el tema de la “espiritualidad” es necesario tratarlo, ya que es la base sobre la cual la Iglesia es lo que es. Una Iglesia pobre en espiritualidad, es una Iglesia condenada a la petrificación, más una Iglesia viva en espiritualidad es una Iglesia que hace la diferencia.
Þ Definamos espiritualidad como “el conjunto de ideas y prácticas referentes a la vida espiritual”. Digamos que “espiritualidad” todos tenemos desde que aceptamos a Cristo: nos congregamos, oramos, cantamos, danzamos, ungimos, predicamos, etc. Ahor5a, nuestra tarea es meditar desde las escrituras si tal “espiritualidad” es la que Dios quiere que realicemos.
Þ La primera cosa que debemos tener en claro es que la espiritualidad es viva, es dinámica y es testimonial. Es viva porque emana de un Dios vivo. Cada acto que yo realice espiritual debe provocar movimiento, acción y frutos. La meditación, la oración, el ayuno, el estudio, el servicio, la confesión, la adoración, la celebración, entre varias disciplinas espirituales, deben producir algo provechoso para la vida del o la creyente. En segundo lugar, es dinámica porque conjuga una serie de elementos. Las disciplinas deben ser acciones que se comuniquen, por lo menos en la práctica debe ser así. El estudio y la oración deben estar comunicados. El estudiante de la Biblia si quiere ver que su estudio aporte en la obra de Dios, tiene que ser una mujer o un hombre de oración. En tercer lugar, la espiritualidad es testimonial, ya que si creo que estoy llevando una vida en el espíritu, tal vida debe ser un testimonio a otros, es decir, tengo que parecerme cada vez más a Cristo.
Þ Veremos entonces algunos puntos que nos lleven a reflexionar acerca de este tema. En primer lugar veremos “Los peligros de la espiritualidad Cristiana”. Ya no es la Inquisición o la Iglesia Católico Romana la que persigue a los evangélicos, sino que ahora son cosas mucho más sutiles al ojo humano las que están corrompiendo una espiritualidad de acuerdo a la Palabra. En segundo lugar veremos algunos textos que iluminen de manera general nuestra espiritualidad en “Bases Bíblicas para una espiritualidad Cristiana”, para terminar en un tercer punto con “Fe – Amor – Esperanza” como tres elementos que me parecen que son la base para una “vida en el espíritu”.
ÞPero antes, leamos Lucas 11. 35. para darle el tenor a esta reflexión. En primer lugar tenemos que reconocer la obra de Lucas. El evangelio de Lucas es uno de los más tardíos en relación con Marcos y Mateo, solo Juan lo supera. El libro de los Hechos y el evangelio de Lucas forman una unidad. A grosso modo digamos que en Lucas está presente la “universalidad” del evangelio. Este texto en particular, Lucas lo ubica dentro del último viaje de Jesús; el “Viaje a Jerusalén”. Esto es muy importante ya que las palabras pronunciadas durante este viaje son las “últimas” que Jesús en carne y hueso, dirige a sus discípulos. En definitiva vienen a ser “Lo que Jesús dijo antes de morir”. Entonces, el tenor es especial, ya que Jesús resalta la idea de la “autenticidad” del seguimiento. Lucas a la vez que rescata esta palabras de Jesús, está predicándole a la comunidad a la cual escribe acerca de estas mismas palabras. Es decir que la idea de todo evangelista es la siguiente “Escribo esto para recordar lo que Jesús hizo, tomando en consideración lo que la Iglesia necesita escuchar. Los evangelios son algo así como “cartas pastorales”.
Þ La “luz” se puede traducir como “fuego” y “oscuridad” debe tomarse no tanto como ausencia de luz, sino como el “reinado de las tinieblas”. La pregunta es simple ¿si no estamos predicando a Cristo, de quien estamos hablando?. Estas palabras de Jesús, preservadas por Lucas deben incomodarnos, por lo menos llevarnos a analizarnos como creyentes. No vaya a ser que de nuestra boca o actos digamos “no creo ni esto ni lo otro, sino todo lo contrario”.

LOS PELIGROS DE LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA

Þ La superficialidad es la maldición de nuestro tiempo. Hoy en día todo se juzga por las apariencias. Instrumento de esta superficialidad está la moda. Por ejemplo, la moda hoy es tener padres divorciados. La niña que quiere entrar en un cierto círculo tiene que necesariamente vivir con su papá o con su mamá, en ningún caso los dos juntos. Otro ejemplo es vestirse los más desgarrado posible. Con poleras de una sola manga, pantalones con cortes a la altura del glúteo, pantalones a la cadera, cortes de pelo lo más parecidos a los chicos y chicas de ROJO. ¿O usted sabe de alguien que quiera vestir como el pastor o la pastora?. La moda en la iglesia hoy es predicar sermones bajados de internet. Ya pasar horas en oración, quemándose las pestañas leyendo la Biblia, comentarios, libros especializados, no es parte de la moda. Ahora hay que predicar como Cach Luna, Dante Gebel., etc... esto es lamentable. ¿De qué estamos hablando? Diría un personaje de la tele... Si uno no se da cuenta de estas cosas, es porque no nos estamos preocupando de leer a la luz de la Palabra, los tiempos en que vivimos.
Þ Así como la superficialidad es la maldición de nuestro tiempo, la PROFUNDIDAD es la cura a esta maldición. La humanidad hoy necesita gente profunda. Gente que al abrir su boca estremezca su entorno (pero no precisamente por su aliento, sino por el contenido de sus palabras). Hoy Dios necesita gente que le dé la espalda a la mediocridad, personas que tengan un corazón dispuesto a servir. El sistema está hecho para gente mediocre. Si uno en Chile trata de ser alguien en la vida, el de más arriba se encarga de no permitirle el espacio para subir, y el de más abajo lo chaquetea, y el que está al mismo nivel que usted por envidia, a la primera le pega la desconocida... pero hay una buena noticia, Dios la ha llamado para que sea vencedora, para venza la superficialidad y la mediocridad.
Þ Las palabras del texto que hemos leído al principio son claves: “Cuida que la luz que hay en ti, no se convierta en oscuridad”. La única manera que esa luz se mantenga viva es sumergirse en las profundidades de Dios. Esto implica riesgos ¿está dispuesto a correrlos? Esto implica incomprensión, soledad, lágrimas, pero también alegría, bendición y más aún: SALVACIÓN.
Þ Lo primero que tenemos que entender es que somos unos “mal educados”. Rom. 7. 14 - 24, nos deja bien en claro que el chip instalado desde que nacemos, viene con un virus llamado “pecado”. El ser humano está en constante aprendizaje, en constante formación. Y dependiendo hasta qué punto hemos profundizado en Dios, es que nuestra formación es para muerte o para vida.
Þ Veamos lo que dice Isaías 57. 20. Interesante es darle sentido a Lava y Lodo. Hay personas que conversando con ellas o mirando sus actos nos damos cuenta lo vacío y desorientado es su manera de vivir; producen Lava y Lodo.
Þ Hay una manera de actuar diferente. La Biblia le llama “andar en el Espíritu. Toda disciplina que practiquemos, ya sea individual o comunitaria, tiene que desembocar en una vida transformada, una vida que irradie la luz de Cristo. Leamos Gál. 6. 8.
Þ Una vida en el Espíritu requiere tiempo. Aquí podemos identificar otra maldición de nuestros tiempos: la inmediatez.
Þ Podríamos analizar el fraude que está hoy en la mesa de debate y reflexión a nivel de país: “los quesos mágicos”. El tema de fondo es “ganar dinero en el menor tiempo posible”. Identifico que hoy existen movimientos dentro de nuestras iglesias que tienen un discurso muy parecido al de la seudo francesa más famosa de nuestro país “¡¡¡ofrende 1000 pesos y Dios le dará 10000!!!” “¡¡¡Compre un frasquito de este aceite sacado del olivo que se ubica frente a la cruz en donde fue crucificado Jesús, y recibirá la unción de Cristo en menos de 24 horas!!!”... y podríamos seguir identificando frases que ofrecen una fe instantánea, inmediata.
Esto es algo peligroso. Cuando la ideología inmediatista hace nido en nuestra mente, empieza la angustia en nuestro corazón. ¡¡¡Cuánto debemos aprender de nuestra gente de campo!!! Ellos y ellas saben que entre la siembra y la cosecha hay un tiempo, que hay un proceso en que la semilla pasa, para convertirse en fruto.

Þ Necesitamos hoy cristianos(as) profundas y que siembren en el Espíritu.


BASES BIBLICAS PARA LA ESPIRITUALIDAD

Þ La Iglesia, es decir los creyentes en Cristo, son la prolongación de Cristo en la tierra. Esta es la base de la identidad que debe siempre buscar aquel que se hace llamar Cristiano o Cristiana. No existen músicos, cocineros, empresarios, arquitectos, abogados, etc. Que por ser tales se excusen de vivir un estilo de vida distinto a lo que significa ser discípulo de Jesús. Si la imagen de Jesús que es la LUZ en medio de las tinieblas, no es lo que refleja la Iglesia, es por que hemos dejado de ser la prolongación de Cristo en la tierra.
Þ Para que nuestra espiritualidad refleje a Cristo, debemos tener en claro las siguientes cosas:
a) Nuestra ubicación. El cristiano se ubica entre la resurrección de Cristo y su final venida. Ha y distintas opciones que podemos tomar. Una de ellas es sentarnos frente a las puertas de nuestras Iglesias y esperar que Cristo venga. Otra es, quedarnos en nuestros hogares lamentándonos de la situación en que vive nuestro mundo. Estas dos opciones mencionadas son las que iban a tomar los discípulos de Cristo al contemplar como Jesús, después de su resurrección, ascendía al padre. Hechos 1.9 – 11. este texto nos relata una escena dramática de Jesús y sus discípulos, detengámonos en la pregunta de Jesús: ¿porque miran al cielo?. Esta pregunta es fundamental para nosotros hoy, ya que configuramos nuestra vida espiritual enfocándonos solamente en producir una vida contemplativa. “Mirar al cielo” significa, construir una espiritualidad individualista y desencarnada. Jesús reprende a sus discípulos y les dice “Vayan a anunciar la buena noticia”. Desde la reprensión de Jesús, es que nosotros debemos construir nuestra espiritualidad. Esto es, nuestra oración, nuestros ayunos, nuestra adoración, canto, danza, profecía, entre otras expresiones espirituales deben ser una señal de que el reino de Dios está entre nosotros.
Entre la resurrección y la venida final de Jesús, el cristiano y cristiana debe producir frutos.
b) Frutos. Gálatas 6.8-ss. Pablo utiliza la metáfora de la siembra y cosecha para explicar la vida del creyente en Cristo. Es simple, el que siembra en el pecado, cosecha muerte, y el que siembra en el espíritu, cosecha vida.
c) Parábola del sembrador. Lucas 8.4-8 y 11-15. esta parábola nos enseña a identificar la buena tierra. Hay que dejar en claro que se puede ser buena tierra, es decir, hay una responsabilidad de parte del ser humano, de ser una buena tierra. Me he preguntado muchas veces, porque hay gente que va de Iglesia en Iglesia y lo que es peor, muchos se van de la Iglesia definitivamente. La respuesta está en la parábola: algunas vidas eran camino, otras eran piedras, y otras eran espinos. Excusas en la vida hay muchas para justificar de todo, pero lo que no se puede justificar, es darle la espalda a Dios. Tenemos que ser buena tierra, para resistir las preocupaciones de la vida, el dinero y los placeres.


FE - AMOR - ESPERANZA

ÞVeamos ahora, tres pilares sobre los cuales, el cristiano y la cristiana deben construir su espiritualidad.

FE

Þ¿QUE ES FE? Antes de citar el texto de Hebreos, pensemos un poco en darle sentido a la definición de Fe. La Fe nos eleva a la orbita en la cual se mueve la acción constante de Dios para salvarnos. La fe es la pala con la cual cavamos hasta encontrar las profundidades de Dios. La fe es el abono por el cual la tierra se nutre y se prepara para recibir la palabra. La fe también es obediencia: Flp. 2.8; Rom. 15.3; Heb. 5.8 y ss. Estos textos, nos muestran el camino que siguió Jesús y, que por lo tanto, debe seguir el Creyente. El contenido de la fe lo da la PALABRA.

AMOR

Þ ¿QUE ES AMOR?. El amor es lo que nos une a Dios, a través de Jesucristo. El amor, echa afuera el temor, según el viejo Juan, el temor a quedar solos, el temor a no ser amado, el temor a ser olvidados, fue vencido en la Cruz. El amor es la capacidad de cumplir nuestra vocación y es la fuerza que articula los dones en la iglesia (parábolas del buen samaritano)

ESPERANZA

Þ ¿QUE ES LA ESPERANZA?. La esperanza es lo que nos impulsa hacia la meta, que es encuentro con Cristo. Esperanza no es lo mismo que expectativa, ya lo vimos en la escena de Jesús y sus discípulos, en donde, la reprensión de Jesús produjo esperanza. La esperanza nos alegra. La esperanza nos lleva a soñar, los sueños de Dios. Entre la promesa de Dios y la realización de esa promesa, está el proceso de Dios, que se caracteriza por pulir la vida del creyente en esperanza.



CONCLUSION

Para producir una espiritualidad verdaderamente cristiana, debemos considerar nuestro entorno, ser capaces de leer nuestra historia a la luz de la palabra y confrontar las ideas y acciones que se opongan al reinado de Dios. Toda disciplina espiritual, se debe considerar como instrumento de transformación desde el poder de Dios. Tenemos que ser buena tierra, y esto no es otra cosa que valorizar la vida que Dios nos a dado. Ser espiritual no significa un título que se logra por el tiempo que llevamos en el evangelio, sino por los frutos que damos en el evangelio.

La fe, el amor y la esperanza son bases que se intercomunican para producir una espiritualidad auténtica. Estos tres elementos deben estar presentes en el momento de la cosecha.
Leon Tolstoi dice, “todos piensan en cambiar la humanidad y nadie piensa en cambiarse a sí mismo”.

Comentario a la Carta de Pablo a Filemón por Emmanuel F

Comentario a la Carta de Pablo a Filemón
Introducción

La carta a Filemón es cortísima, pero esto no tiene nada que ver con su contenido, que como veremos, traspasa las líneas teológicas de la Biblia de “pé a pá”. En esta ocasión el análisis (y obedeciendo a lo sintético en horario-tiempo de la disertación) va a ir enfocado a:
Y Proponer estructura.
Y Tocar temas de autoría, fecha y lugar de composición.
Y Ofrecer algunas conclusiones.
Y Y por último compartir bibliografía utilizada en la investigación.
Los alcances de esta investigación responden a lo requerido para la tarea de Int. Al NT y posterior disertación.


ESTRUCTURA DE FILEMÓN.[1]

CONTENIDO TEXTO


A: Salutación 1-3
B: Acción de gracias 4-7
C: La nueva relación de Pablo-Onésimo
E intercesión por Onésimo 8-15
X: Afirmación de la fraternidad
En Cristo 16
C’: Afirmación de la amistad Pablo-
Filemón 17-21
B’: Oraciones de la comunidad por Pablo y visita 22
A’: Saludos y despedida 23-25

Como vemos, la carta en su totalidad se conforma como un quiasmo. En retórica[2], el quiasmo, dentro de las figuras literarias, es una de las figuras de repetición. Consiste en repetir palabras o expresiones iguales de forma cruzada y manteniendo una simetría, a fin de que la disparidad de sentidos resulte a su vez significativa.

Algunos comentarios a la carta de Pablo a Filemón[3].


Desde la estructura podemos ya inferir claramente el propósito o fin de la carta. Néstor O. Míguez[4] nos dice que la Carta a Filemón “fue escrita conjuntamente por Pablo y Timoteo, y está centrada en la situación creada en al relación entre amo y esclavo en un caso particular: el de Filemón, un cristiano convertido por Pablo y Onésimo, también convertido a la fe cristiana por Pablo y esclavo de Filemón”[5].
La autoría paulina no es muy cuestionada. Cabe señalar que la discusión está en el lugar desde el cuál Pablo la escribe. Nos quedamos después de revisar las distintas teorías[6] con la que habla de Éfeso como el lugar donde Pablo la escribió, hablamos de los años 53-56 D. era C[7].
Es interesante notar el título que se da Pablo, ya que denota el tema a tratar en la carta: Pablo, prisionero (Encarcelado, engrillado, gr.desmios, ver en paralelo con el vers. 10 “Prisiones”) de Jesucristo. Curiosamente no usa el término “esclavo” (doulos o ’uphrhth) que son comunes en las otras cartas.
El profesor Néstor hace hincapié en un artículo sobre Onésimo y su condición de esclavo[8] que “es necesario ver que en la carta está en juego no solo el tema de la esclavitud, sino toda consideración por el prójimo en necesidad, sometido, y la posibilidad de su plena recuperación como hermano”[9].


Conclusiones.

La carta de Pablo a Filemón puesta como lente para interpretar las teologías, tanto de Pablo como las otras presentes en el NT, acerca de la fraternidad, libertad, salvación, entre muchas otras, es muy provechosa. El verso 16 que hemos ubicado como el neurálgico en el análisis literario de la carta, da a entender lo concreto de la fe. La unión en amor que tenemos con Dios en Cristo y a la vez entre nosotros en Cristo no puede desembocar en otra cosa que en justicia, o dicho de otra manera Koinonía. El acto que Pablo le ordena hacer a Filemón respecto s su esclavo, no es otra cosa que esto que acabamos de señalar.
La espiritualidad cristiana está ligada de manera irrenunciable con la ética. Filemón podría ser el más excelente hermano dentro de la liturgia, de la comunidad, pero también debía darle la espalda a la manera en que el imperio Romano definía la relación Señor-esclavo, de otra manera su espiritualidad era solo un espejismo.
La carta a Filemón en último lugar nos enseña sobre el liderazgo. Pablo desde su condición de “Prisionero de Jesucristo” no escatima palabras para “teologizar” la relación Filemón-Onésimo. Pablo coloca por encima de la esclavitud la “hermandad” en Cristo. Tener claro estos conceptos hacen de nuestro liderazgo algo pro-activo, sanador, constructivo.


Bibliografía

Libros – Comentarios - Biblias
Azaustre Galiana, Antonio y Juan Casas Rigall, Introducción al análisis retórico: tropos, figuras y sintaxis del estilo. Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela-Lalia, 1994.
Hernández Guerrero, José Antonio y María del Carmen García Tejera, Historia breve de la Retórica. Madrid: Síntesis, 1994.
Comentario Bíblico Latinoamericano – Nuevo Testamento. Estella (Navarra), Verbo Divino, 2003.
Nestor O. Míguez, “Esclavos del Imperio Romano”, en RIBLA # 28, (1997), págs. 88 – 96.
Santa Biblia, RV 60. Edit. Caribe 1997, EEUU. 1980 págs.
Web

http://es.wikipedia.org/wiki/Quiasmo
http://es.wikipedia.org/wiki/Ret%C3%B3rica
http://www.sofiaoriginals.com/interpolaciones60.htm
http://www.google.cl
[1] Seguimos la estructura dada por Néstor O. Míguez, en el comentario Bíblico Latinoamericano- NT. Ver Bibliografía.
[2] La retórica es a la vez la ciencia (en el sentido de estudio estructurado) y el arte (en el sentido de práctica que reposa sobre un saber demostrado) que se refiere a la acción del discurso sobre los espíritus. En principio, la retórica se ocupó de la lengua hablada, pero su saber trascendió al discurso escrito e influyó poderosamente en la literatura cuando la palabra hablada entró en decadencia con el régimen imperial en Roma, si bien el discurso escrito es una transcripción limitada o imitación estrecha del discurso oral. En la actualidad, la retórica ha vivido un gran resurgir y sus enseñanzas se utilizan en publicidad privada y política, así como en la defensa de puntos de vista durante los juicios civiles. La retórica ocupó un lugar importante en el sistema educativo antiguo y medieval, y hasta el romanticismo su significación fue crucial dentro de las disciplinas humanísticas. Son tres procesos complementarios los que conformaban el aprendizaje de la retórica: el estudio de los preceptos, la imitación de modelos y la práctica personal.

[3] Es interesante que el significado de los nombres (FILEMÓN: Quien besa, afectuoso. ONÉSIMO: Útil, Fructuoso) dan una “pauta semántica” de lo que será el propósito de la carta.
[4] Néstor Míguez es profesor titular y se desempeña en el Departamento de Biblia, Área Nuevo Testamento, del Instituto Universitario ISEDET. Es Coordinador del Área Académica EDUCAB. Es Licenciado en Teología del ISEDET (1971) y Doctor en Teología de la misma institución (1989), con una tesis sobre 1 Tesalonicenses: “No como los otros, que no tienen esperanza; análisis socio-político de 1 Ts”. Ha hecho cursos de especialización en sociología (Universidad de Buenos Aires y Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional de Cuyo). Asimismo, hizo cursos de especialización en letras clásicas, griego, latín, análisis literario y gramática castellana en la Universidad de Buenos Aires.

[5] Comentario Bíblico Latinoamericano- Nuevo Testamento. Estella (Navarra), VD, 2003. pág. 1041.
[6] Que hablan de Filipos. Roma y Éfeso. Vea el comentario citado arriba, en la misma página.
[7] Los argumentos para fecharla aquí son el hecho de que Pablo está con Epafras (v. 23), y que la carta está dirigida a una comunidad que, por la mención de las personas involucradas, parece ser la de Colosas.
[8] Nestor O. Míguez, “Esclavos del Imperio Romano” en RIBLA # 28 (1997), pág 96.
[9] Íbid.
PROFETAS Y PROFECÍA EN LA BIBLIA. Parte I.

Emmanuel Fernández


INTRODUCCIÓN


¿Qué importancia tiene estudiar hoy la profecía bíblica? ¿Cuáles son las implicancias prácticas para la iglesia el tema profético? ¿Somos todos/as profetas en la iglesia? ¿Fue Jesús un profeta? ¿Qué se quiere afirmar cuando se habla de la Biblia como la “profeta mayor”? ¿Son Isaías y Jeremías profetas contemporáneos? Éstas son algunas de las preguntas que trataremos en este estudio, que creo son importantísimas para la iglesia hoy.
Nuestro contexto eclesial a nivel latinoamericano –sobre todo en iglesias “pentecostales” y “neo-pentecostales”- vive hoy un resurgimiento del tema profético. En algunos casos alejados abismalmente de lo que la Biblia define como ministerio profético, y en otros casos muy comprometidos con lo que predicaron los profetas bíblicos. De esto igualmente trataremos.
Lo primero que vamos a hacer es definir el término “profeta o profético”. Esta palabra tal cual la encontramos en el primer testamento es de cuño hebreo que en su transliteración al español quedaría como NABÍ’ que quiere decir “llamado de Dios para transmitir su voluntad” (ver Jr. 1.9 y Ez- 3.10 y 11). En este sentido el profeta es el heraldo de Dios; transmite una palabra nueva de Jehová que interpreta la historia presente a la luz de la historia salvífica pasada (sobre esta idea vamos a tratar más adelante).
En la Biblia vamos a ver con bastante frecuencia fórmulas como “Así ha dicho el Señor”. Tal fórmula forma parte de un tipo literario llamado “oráculo”. Tal fórmula no es creación de Israel, sino que la toma prestada de culturas contemporáneas en donde se utilizaba generalmente en cartas de presentación de reyes (por ej. X manda a decir a Y). ahora, la novedad está en que el profeta es un “portavoz de Dios”.
Precisemos entonces algunas ideas.

¿QUIÉN(ES) ES (SON) PROFETA(S) EN EL PRIMER TESTAMENTO?


El profeta dijimos que es aquél que transmite la voluntad de Dios a su pueblo. Tal profeta está enmarcado por una situación de vida (política-social-económica-religiosa), es por eso que debemos reconocer el proceso histórico de la nación de Israel para comprender los distintos profetas y el profundo significado de su mensaje.
Aunque nos parezca raro el primer profeta del cual la Biblia tiene signos es Moisés. Leamos Deut. 18. 13-20. Moisés es entonces el intermediario x antonomasia de la palabra de la alianza (pacto sinaítico). Moisés es profeta de Dios, intercesor y conductor del pueblo (leer Os. 12. 14; Nm. 11. 25 ss). Acá debemos hacer un paréntesis para preguntarnos acerca de algunos principios de esencial interés para el tema.
¿Qué hay detrás de cada profecía? (premisas).
¿Qué propone la profecía? (finalidad).

En la primera pregunta nos referimos a las premisas del profeta. Ya algo adelantamos con Moisés. Podríamos decir que él es el padre teológico de los profetas, ya que como veremos caso a caso en los profetas, está siempre presente la idea del “éxodo” y el pacto o alianza sinaítica. Detrás de cada profeta esta una “idea de Dios”, aunque mejor dicho y siendo fiel al espíritu de los acontecimientos bíblicos es mejor hablar de “vivencia de Dios”. Esta vivencia de Dios está marcada por sus actos Divinos, y el acto que da el “punta pie” inicial a Israel como nación es el éxodo y el pacto en el Sinaí. Cada vez que el pueblo se aleja de Dios, es porque ha olvidado lo que Dios ha hecho con ellos. El ejercicio que hace el profeta es recordarle al pueblo quien es el verdadero Dios y lo que pasaría sino se arrepienten, esto va a depender del profeta y del contexto en donde esté (hay que tener cuidado con juntar profecías cuando históricamente están separadas). Así que nuestra tarea es acercarnos lo mejor posible al contexto del profeta a estudiar (sus premisas). Vamos mirar más adelante algunos contextos que consideramos más necesarios.
En segundo lugar el mensaje profético siempre va a apuntar a una espiritual verdadera del pueblo. A diferencia nuestra, la espiritualidad del primer testamento apunta a ver a Dios en comunidad, como nación (existe una “teocracia” no una democracia). Por lo tanto la finalidad va ser que Israel como nación sirva o viva a su Dios desde una espiritualidad que esté a tono con las alianzas hechas con su Dios y con los actos que éste ha realizado a favor de su pueblo. Cualquier impedimento a una espiritualidad a tono con la Ley va a ser denunciada con gran fervor por los profetas.
Ya mencionamos Moisés -S. XII a. era C- (Vamos a tratar de ir en orden cronológico) ahora mencionaremos a otro gran profeta; Samuel. Si Moisés tuvo la dicha de guiar al pueblo por los senderos del éxodo y el pacto sinaítico, Samuel tuvo la gran tarea de inaugurar el periodo de la “realeza” en Israel. Digamos que Samuel está entre el periodo de Judicatura (Jueces) y realeza en Israel –S. X- IX a. era C-. Leamos 1 Sam. 3.1, 19ss. Debemos situar el mensaje de Samuel en este contexto.
Vemos también muy cerca de Samuel al profeta Natán. Leamos 2 Sam. 7. Natán tiene la gran misión de encaminar al gran Rey David a una nueva alianza. Él resguarda la verdadera espiritualidad; justicia en todos los ámbitos de la vida. En Natán Dios nos muestra que no existen dos historias sino una sola, una historia secular que simultáneamente desarrolla el plan de Dios.

Pasemos ahora a ver algunos profetas del S. VIII. Marcamos aquí una división porque hasta Natán el reino de Israel era uno solo, pero a la muerte de Salomón se divide Israel en el reino del norte (conserva el nombre de Israel) y el reino del sur (Judá). Comienzan entonces el ministerio los profetas denominados “escritores”:

En el Norte: Amós y Oseas.
En el Sur: Miqueas e Isaías.

En el Norte: Israel.

Contexto:

En el S. VII los dos reinos hebreos entran en una crisis religiosa.
Samaria (capital del reino del norte) alcanza un apogeo político y económico.
o Egipto: Duerme.
o Asiria: Complicada por la ascensión del reino de Urartu (el Ararat de la Biblia) que le mutila vastas zonas de influencia en el norte y el noreste de Mesopotamia y la distrae de la lucha contra los arameos de Siria.
o Siria: están debilitados.

Esto lo aprovecha Jeroboam II (785 – 746 A. era C.).
o Israel se torna rico y próspero. Leer Amós 3.13 ss; 5. 4-6.

Amós leer 3-7; 9.7s; 3.1ss / 5. 14 – 20.
Oseas leer (continuador de Amós) 8.4 (critica la trad. Dinástica) 13. 10ss. / 6.6

AMÓS Y OSEAS, PROFETAS DE MEDIADOS DEL SIGLO VII, HABÍAN PREVISTO UN DESASTRE. ÉSTE SE PRODUCE EN EL 722, CUANDO EL ASIRIO SALMANASAR V (726 – 722) INCENDIA SAMARIA Y PONE FIN AL REINO DE ISRAEL, QUE HABÍA DURADO DOS SIGLOS. AQUÍ APARECEN LOS SAMARITANOS, NUEVOS POBLADORES PANTADOS POR ASIRIA CONFORME A SU ACCIÓN ESTRATÉGICO MILITAR (2 Reyes 17). LA RUINA DE SAMARIA CONFIRMA LA PALABRA PROFÉTICA.

En el Sur: Judá.

Comienza aquí también a degenerase la fe. (2 Reyes 16. 2ss).
En la célebre guerra siro-efraimita (734 – 732), cuando los reyes de Damasco y Samaria quieren atacarlo por no coligarse con ellos contra Asiria, Acaz recurre precisamente al rey asirio Tigglat-Piléser III (cf. 2 Re 16.5 – 18; 2 Cr 28 y especialmente Isaías 7-8). Solicita , en términos de vasallaje político (2 Re 16.7), la protección del monarca mesopotámico porque no confía en Jehová, su propio Dios.
En este contexto histórico aparece Isaías, el gran profeta del sur. Leer 7.1ss en especial el verso 14.
De Isaías podemos hablar en otro momento, por eso vamos a tratar algo de Miqueas para finalizar esta parte.

Miqueas. Su temática se asemeja a la de Amós.
Se detiene en desenmascarar la crisis social profunda que aqueja a Judá:
o Expansión de los latifundios.
o Opresión de los pobres.
o Abusos en las clases dirigentes (3.1ss)
o Corrupción general (7.1ss)
o Judá vive una falsa seguridad: la capital es una madriguera de crímenes (3.9 – 11).
o En dos ocasiones desenmascara la función ideológica del falso profeta que legitima a los opresores (2. 6-11 se refiere a 2.1-5, y 3.5-8 a 3.1-4)
o Ver Jr. 26 . 18ss.


CONTINUARÁ-----------------------