sábado, 2 de junio de 2007

PROFETAS Y PROFECÍA EN LA BIBLIA. Parte I.

Emmanuel Fernández


INTRODUCCIÓN


¿Qué importancia tiene estudiar hoy la profecía bíblica? ¿Cuáles son las implicancias prácticas para la iglesia el tema profético? ¿Somos todos/as profetas en la iglesia? ¿Fue Jesús un profeta? ¿Qué se quiere afirmar cuando se habla de la Biblia como la “profeta mayor”? ¿Son Isaías y Jeremías profetas contemporáneos? Éstas son algunas de las preguntas que trataremos en este estudio, que creo son importantísimas para la iglesia hoy.
Nuestro contexto eclesial a nivel latinoamericano –sobre todo en iglesias “pentecostales” y “neo-pentecostales”- vive hoy un resurgimiento del tema profético. En algunos casos alejados abismalmente de lo que la Biblia define como ministerio profético, y en otros casos muy comprometidos con lo que predicaron los profetas bíblicos. De esto igualmente trataremos.
Lo primero que vamos a hacer es definir el término “profeta o profético”. Esta palabra tal cual la encontramos en el primer testamento es de cuño hebreo que en su transliteración al español quedaría como NABÍ’ que quiere decir “llamado de Dios para transmitir su voluntad” (ver Jr. 1.9 y Ez- 3.10 y 11). En este sentido el profeta es el heraldo de Dios; transmite una palabra nueva de Jehová que interpreta la historia presente a la luz de la historia salvífica pasada (sobre esta idea vamos a tratar más adelante).
En la Biblia vamos a ver con bastante frecuencia fórmulas como “Así ha dicho el Señor”. Tal fórmula forma parte de un tipo literario llamado “oráculo”. Tal fórmula no es creación de Israel, sino que la toma prestada de culturas contemporáneas en donde se utilizaba generalmente en cartas de presentación de reyes (por ej. X manda a decir a Y). ahora, la novedad está en que el profeta es un “portavoz de Dios”.
Precisemos entonces algunas ideas.

¿QUIÉN(ES) ES (SON) PROFETA(S) EN EL PRIMER TESTAMENTO?


El profeta dijimos que es aquél que transmite la voluntad de Dios a su pueblo. Tal profeta está enmarcado por una situación de vida (política-social-económica-religiosa), es por eso que debemos reconocer el proceso histórico de la nación de Israel para comprender los distintos profetas y el profundo significado de su mensaje.
Aunque nos parezca raro el primer profeta del cual la Biblia tiene signos es Moisés. Leamos Deut. 18. 13-20. Moisés es entonces el intermediario x antonomasia de la palabra de la alianza (pacto sinaítico). Moisés es profeta de Dios, intercesor y conductor del pueblo (leer Os. 12. 14; Nm. 11. 25 ss). Acá debemos hacer un paréntesis para preguntarnos acerca de algunos principios de esencial interés para el tema.
¿Qué hay detrás de cada profecía? (premisas).
¿Qué propone la profecía? (finalidad).

En la primera pregunta nos referimos a las premisas del profeta. Ya algo adelantamos con Moisés. Podríamos decir que él es el padre teológico de los profetas, ya que como veremos caso a caso en los profetas, está siempre presente la idea del “éxodo” y el pacto o alianza sinaítica. Detrás de cada profeta esta una “idea de Dios”, aunque mejor dicho y siendo fiel al espíritu de los acontecimientos bíblicos es mejor hablar de “vivencia de Dios”. Esta vivencia de Dios está marcada por sus actos Divinos, y el acto que da el “punta pie” inicial a Israel como nación es el éxodo y el pacto en el Sinaí. Cada vez que el pueblo se aleja de Dios, es porque ha olvidado lo que Dios ha hecho con ellos. El ejercicio que hace el profeta es recordarle al pueblo quien es el verdadero Dios y lo que pasaría sino se arrepienten, esto va a depender del profeta y del contexto en donde esté (hay que tener cuidado con juntar profecías cuando históricamente están separadas). Así que nuestra tarea es acercarnos lo mejor posible al contexto del profeta a estudiar (sus premisas). Vamos mirar más adelante algunos contextos que consideramos más necesarios.
En segundo lugar el mensaje profético siempre va a apuntar a una espiritual verdadera del pueblo. A diferencia nuestra, la espiritualidad del primer testamento apunta a ver a Dios en comunidad, como nación (existe una “teocracia” no una democracia). Por lo tanto la finalidad va ser que Israel como nación sirva o viva a su Dios desde una espiritualidad que esté a tono con las alianzas hechas con su Dios y con los actos que éste ha realizado a favor de su pueblo. Cualquier impedimento a una espiritualidad a tono con la Ley va a ser denunciada con gran fervor por los profetas.
Ya mencionamos Moisés -S. XII a. era C- (Vamos a tratar de ir en orden cronológico) ahora mencionaremos a otro gran profeta; Samuel. Si Moisés tuvo la dicha de guiar al pueblo por los senderos del éxodo y el pacto sinaítico, Samuel tuvo la gran tarea de inaugurar el periodo de la “realeza” en Israel. Digamos que Samuel está entre el periodo de Judicatura (Jueces) y realeza en Israel –S. X- IX a. era C-. Leamos 1 Sam. 3.1, 19ss. Debemos situar el mensaje de Samuel en este contexto.
Vemos también muy cerca de Samuel al profeta Natán. Leamos 2 Sam. 7. Natán tiene la gran misión de encaminar al gran Rey David a una nueva alianza. Él resguarda la verdadera espiritualidad; justicia en todos los ámbitos de la vida. En Natán Dios nos muestra que no existen dos historias sino una sola, una historia secular que simultáneamente desarrolla el plan de Dios.

Pasemos ahora a ver algunos profetas del S. VIII. Marcamos aquí una división porque hasta Natán el reino de Israel era uno solo, pero a la muerte de Salomón se divide Israel en el reino del norte (conserva el nombre de Israel) y el reino del sur (Judá). Comienzan entonces el ministerio los profetas denominados “escritores”:

En el Norte: Amós y Oseas.
En el Sur: Miqueas e Isaías.

En el Norte: Israel.

Contexto:

En el S. VII los dos reinos hebreos entran en una crisis religiosa.
Samaria (capital del reino del norte) alcanza un apogeo político y económico.
o Egipto: Duerme.
o Asiria: Complicada por la ascensión del reino de Urartu (el Ararat de la Biblia) que le mutila vastas zonas de influencia en el norte y el noreste de Mesopotamia y la distrae de la lucha contra los arameos de Siria.
o Siria: están debilitados.

Esto lo aprovecha Jeroboam II (785 – 746 A. era C.).
o Israel se torna rico y próspero. Leer Amós 3.13 ss; 5. 4-6.

Amós leer 3-7; 9.7s; 3.1ss / 5. 14 – 20.
Oseas leer (continuador de Amós) 8.4 (critica la trad. Dinástica) 13. 10ss. / 6.6

AMÓS Y OSEAS, PROFETAS DE MEDIADOS DEL SIGLO VII, HABÍAN PREVISTO UN DESASTRE. ÉSTE SE PRODUCE EN EL 722, CUANDO EL ASIRIO SALMANASAR V (726 – 722) INCENDIA SAMARIA Y PONE FIN AL REINO DE ISRAEL, QUE HABÍA DURADO DOS SIGLOS. AQUÍ APARECEN LOS SAMARITANOS, NUEVOS POBLADORES PANTADOS POR ASIRIA CONFORME A SU ACCIÓN ESTRATÉGICO MILITAR (2 Reyes 17). LA RUINA DE SAMARIA CONFIRMA LA PALABRA PROFÉTICA.

En el Sur: Judá.

Comienza aquí también a degenerase la fe. (2 Reyes 16. 2ss).
En la célebre guerra siro-efraimita (734 – 732), cuando los reyes de Damasco y Samaria quieren atacarlo por no coligarse con ellos contra Asiria, Acaz recurre precisamente al rey asirio Tigglat-Piléser III (cf. 2 Re 16.5 – 18; 2 Cr 28 y especialmente Isaías 7-8). Solicita , en términos de vasallaje político (2 Re 16.7), la protección del monarca mesopotámico porque no confía en Jehová, su propio Dios.
En este contexto histórico aparece Isaías, el gran profeta del sur. Leer 7.1ss en especial el verso 14.
De Isaías podemos hablar en otro momento, por eso vamos a tratar algo de Miqueas para finalizar esta parte.

Miqueas. Su temática se asemeja a la de Amós.
Se detiene en desenmascarar la crisis social profunda que aqueja a Judá:
o Expansión de los latifundios.
o Opresión de los pobres.
o Abusos en las clases dirigentes (3.1ss)
o Corrupción general (7.1ss)
o Judá vive una falsa seguridad: la capital es una madriguera de crímenes (3.9 – 11).
o En dos ocasiones desenmascara la función ideológica del falso profeta que legitima a los opresores (2. 6-11 se refiere a 2.1-5, y 3.5-8 a 3.1-4)
o Ver Jr. 26 . 18ss.


CONTINUARÁ-----------------------

No hay comentarios: